Trafalgar,
la luz de Vejer.
Qué tristeza la del almirante francés
al
que ahogó el peso de los muertos marineros de Trafalgar,
qué empeño nuestra testaruda perseverancia
por
hacer las cosas que intuimos que no nos van a salir bien.
Villeneuve
lo sabía,
y huyó
en el norte,
una
decisión enmascarada
que
después de tanto navegar
solo
le sirvió para llegar hasta el sur,
hasta
chocar con sus miedos a derrelicto en Andalucía,
justo
al avistar el faro de una emoción,
Faro
de Trafalgar.
Ensenada
salvaje y bella del Atlántico
que
aspira a salpicar al ganado retinto que pasta,
a
los caballos aventaos,
a
los primeros pinos que perfuman el mar y lo hacen turquesa
…azul
y verde…
al
lentisco que florece,
a
los alcornoques que asoman…y a la calma.
Y
ordenó atacar, y atacó mal,
y
de nuevo virar, virar mal
y
justo cuando el viento, el viento del mar,
se
levantaba lo tumbó a él,
y
con él a miles de cuerpos sobre el agua.
Vejer
sigue siendo tierra y mar de naufragios,
De
hombres cargados de dudas que ya no saben navegar,
turistas
sorprendidos por encontrarSe y que se quedan a vivir,
ellos
y ellas, ellas con ellas,
y
otros que repetimos deseando flotar aquí para siempre.
Este
pueblo blanco
erguido
como en lo alto del borde de un cráter,
este
panal de calles que fueron árabes y siguen siéndolo,
de
mujeres que caminaban vestidas de negro tapadas enteras
Cobijada
que da miedo por fuera qué sentirá por dentro.
Ojos
verdes imagino tras la capa.
A
Vejer le ilumina el sol plano y abrasador,
y
su ocaso amarillo que es una atracción,
y
su luna mora o no,
y
claro su faro,
luz
erguida de Trafalgar.
En
Vejer puedes asomarte a un lado y ver el mar,
a
otro y un arrozal,
subir
a lo alto de una casa cualquiera y mirar el cielo
hasta
golpearse con una avioneta que pasa
para
fumigar un valle inmenso y verde,
caminar
por la sombra
y
desde una casa que da a la calle fresca
ver
desde la ventana a un hombre que pinta,
un
patio cargadito de flores entre paredes blancas,
una
casa vacía que pronto se convertirá en alojamiento para alguien de fuera,
o
para aquellos que volvemos siempre buscando.
Habitaciones
con azulejos hidráulicos y paredes blancas,
terrazas
libres desde donde ver las estrellas,
las
que pasan de largo y las que están clavadas.
Calles
poco iluminadas por farolillas a la pared pegadas.
Es
difícil ser el amante de esta ciudad,
Vejer
no se conforma con ser la amada,
es
amante que te abraza sin percibirlo,
que
te regala flores de buganvilla cuando no lo esperas,
colores
verde claro en las maderas de sus puertas que dan a la calle,
y
azules añil.
Tiendas
que ya no existen
escaparates
con objetos de antes,
tulipas
en ferreterías a la sombra,
cazuelas
de estaño que vigila un hombre sentado en una mesa camilla mirando la tele,
y
otras más modernas con un encanto contemporáneo.
Bajando
la calle de La Corredera,
se
encuentra una casa baja y encalada
que
oculta todos los secretos de aquella pareja:
allí
se dieron la mano.
Amantes.
Toda
una noche de silencio hasta que lo rompió,
con
la entrada de la luz del día,
una
cámara que disparaba
fotos
para retratar su cuerpo
desnudo
sobre el suelo.
Cae
el sol en Vejer,
que
es una de las cosas más bellas del mundo que conozco
y
a la que no se cansa uno de acudir.
Dispara
fotos ella: a mis manos,
a
la sombra de una botella,
a
la entrada de un bar,
a
una pequeña planta que aprovecha el hueco de la pared,
a
la calle con el nombre de Trafalgar escrita en azulejos blancos.
Un
joven de melena y camiseta negra viene por los adoquines de la calle
hasta
sentarse a mi lado.
Charlamos
por el deseo sin prisas de hacerlo a la fresca,
La
conversación es un pequeño regalo que construimos
Inhalo
con avaricia el aire de la calle,
y
la luz de Vejer y sus sombras.
Y
busco su mano para posarlas juntas sobre la tablilla de una mesa.
Un
mosquito zumba abajo, en el suelo,
y
una luz amarilla que proviene de las velas,
me
lleva de nuevo al mar.
Gavias
de barco de guerra,
de
tristeza de la batalla con el nombre de esta calle,
luz
amarilla y blanca de su faro que adorna las playas salvajes que le rodean,
recuerdos
de una gran España que no se si queda.
Por
qué se identificará uno tanto con las leyendas.
“Se
puede ignorar el sonido durante mucho tiempo, pero luego un tictac instantáneo
puede recrear en la mente intacta el largo desfilar del tiempo que no se ha
oído”.- Faulkner
Ay!
Vejer.
Pd: para Zendalibros
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